Hacer la ruta entre San Sebastián y Santiago en moto acuática nada tiene que ver con salir de Roma y alcanzar Nueva York, o atravesar el atlántico en solitario, algunas de las proezas que tiene en su haber el navegante navarro Álvaro de Marichalar, pero no es una travesía fácil, él mismo tendría ocasión de comprobarlo.

El Cantábrico se comporta con rudeza frente a los que quieren retarle y el pasado 9 de octubre del 2004, Marichalar con su fiel “Numancia” decidió hacerle frente para conseguir otro hito histórico, ser el primer hombre en lograr el certificado de peregrino viajando en su pequeña embarcación, de puerto en puerto, hasta llegar a Santiago de Compostela. Refugiado en su moto de tres metros de eslora.

Un día antes el alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, le entregó la bandera de la ciudad, blanca con un dado azul, para que la entregase al alcalde de Santiago, en señal de hermanamiento entre las dos ciudades. Una cita en la que estuvo acompañado por Manuel Domínguez Moreno y Gorka Landaburu, presidente editores del Grupo EIG de COMUNICACIÓN, uno de los patrocinadores de la expedición.

La salida desde San Sebastián, rumbo a Santiago fue espectacular. Otras motos acuáticas y embarcaciones diversas le acompañaron en los primeros pasos de este Camino de Santiago Marítimo. Los periodistas gráficos pudieron seguir la marcha desde embarcaciones de la Cruz Roja del Mar y desde el “Facal” uno de los remolcadores del puerto de Pasajes que llenó de colorido la bahía donostiarra. A los mandos del “Facal” se encontraba otro as del motor, Ander Vilariño. Gracias al agua que salía del remolcador se generó un arco iris artificial que sirvió de puente a Marichalar para comenzar a cabalgar rumbo a su objetivo

Álvaro de Marichalar emprendió su aventura convencido de poder lograr la azaña. Bien pertrechado para poder protegerse del fuerte viento y acompañado por una embarcación de seguridad que no siempre podía seguirle de cerca por la dificultad de aguantar el fuerte ritmo de marcha del navegante navarro. Rumbo a la capital cántabra parecía obligada la parada en Bilbao.

Siguiendo el canal de Deusto el navegante llegó hasta el Guggeheim para poder admirar desde la ría la obra del británico Norman Foster. No hubo mucho tiempo para contemplaciones, el viaje tenía que continuar. Santander Aguardaba ya a Marichalar y a su pequeña “numancia”.

Tras la noche de descanso en la capital cántabra llegaba el momento de prepararse para seguir el camino hacia Santiago. La primera etapa había sido dura pero las fuerzas de Álvaro estaban intactas aunque era consciente de que lo peor estaba aún por llegar.

La posibilidad de rodar a Álvaro a toda velocidad surcando el Cantábrico con su moto acuática desde la Zodiac de Salvamento era prácticamente imposible. Por eso tuvimos que abandonar la idea de seguir a Alvaro. Sacamos la Zodiac del agua para llevarla por tierra en un remolque y poder lanzarla al agua en algún puerto de recalada con el objeto de filmar las llegadas de Alvaro. Qué valor tiene el navarro... Con esa mar, frío y viento que había... Nos subirnos a un helicóptero para poder observar y filmar el esfuerzo del navegante, ergido en su moto para evitar que la espalda sufriera con el envite de las olas.

Cada una de las singladuras obligaba a Marichalar a navegar más de ocho horas al día teniendo que resistir en su moto ante cualquier estado de la mar hasta poder encontrar refugio en tierra. Hasta cuatro kilos al día perdía el navegante por los esfuerzo realizado. Una cantidad que intentaba recuperar gracias a la ingesta de abundante agua y pequeñas comidas repartidas a lo largo de toda la agotadora jornada.

La salida de Gijón rumbo a Ribadeo fue uno de los momentos más difíciles para Marichalar al tener que hacer frente a rachas de viento de hasta 100 kilómetros por hora.

El frío intenso, la falta de visibilidad por las intensas lluvias, las caídas constantes y las heridas que no cicatrizan con la sal, comenzaban ya a estas alturas del camino a pasar factura. Pero el objetivo estaba ya cerca y había que realizar un último esfuerzo.

Igual que en otras expediciones, Marichalar pretende que su esfuerzo cale en la juventud, que sea un ejemplo para que practiquen en deporte y digan un no rotundo a las drogas.

El viaje también tuvo un objetivo científico. Se tomaron muestras de agua a lo largo de toda la ruta marítima para analizarla posteriormente y tener una idea de su calidad gracias a los estudios realizados en la Universidad de Navarra.

Del puerto de Ribadeo salió la expedición cuando aún la noche estaba cerrada. El foco de nuestra cámara aguantó lo que pudo pero terminó sucumbiendo obligando al navegante a realizar el trayecto a oscuras hasta que amaneció y nos permitió vivir un momento muy especial, de gran belleza.

Hubo también momento para hacer gala de la camaradería del mar parando el motor de la numancia para poder charlar con los pescadores que se encontraban en su camino. El faro marcaba el camino a Santiago, el santo estaba cerca y lograr el jubileo era ya cuestión de horas.

La última travesía de Marichalar no la pudo hacer a lomos de su “Numancia”. Por desgracia para el no podía llegar hasta la Plaza del Obradoiro surcando las aguas así que tuvo que terminar su periplo náutico en Padrón y continuar como cualquier peregrino a pié hasta Santiago de Compostela.

El recibimiento estuvo a la altura de la gesta. Numancia en la mitad de la Plaza del Obradoiro y las banderas que le habían acompañado a lo largo del recorrido dispuestas para ser entregadas al alcalde de Santiago, Xosé Sánchez Bugallo, en especial la de San Sebastián que días antes le había entregado su alcalde Odón Elorza para que la hiciese llegar a la capital de Galicia en señal de hermanamiento entre las dos ciudades.

La cara de Álvaro reflejaba la felicidad por haber cumplido con su compromiso. Lograr en año Xacobeo peregrinar de una punta a otra del Cantábrico en moto acuática.