Goa fue el primer escenario de su predicación durante cinco meses. Cuidó enfermos en el Hospital Real, donde residía, a pesar de ser nuncio del papa. Atendió a presos y leprosos y se dedicó con celo a la predicación, la catequesis y la reforma de las costumbres. Organizó el colegio de Santa Fe.
Desde Goa el gobernador lo envió a la costa de la Pesquería, distante 800 kilómetros.
La Pesquería está situada en el extremo sur de la India, en la parte oriental del cabo Comorín, frente a la isla de Ceilán, la actual Sri Lanka. Es una larga faja arenosa entre el mar y la barrera de altas montañas. Sus habitantes, los paravas, vivían en treinta poblados grandes y pequeños, eran pescadores de perlas y hablaban la lengua tamil. En el siglo XVI el viaje se hacía por la costa: si el viento y la corriente eran favorables, un velero podía completarlo en nueve o doce días.
La pesca de perlas
La pesca de perlas en el Índico era muy peligrosa debido a la presencia de tiburones. Los buceadores se sumergían en el mar con un cuchillo entre los dientes y una piedra en los brazos como lastre. Buceaban para arrancar las ostras de las que, en la superficie, extraían las ansiadas perlas.
El santo desembarcó en Tuticorin, una de las poblaciones de la Pesquería, que se convertiría en el centro de su actividad en esta región. Allí tuvo numerosos problemas de entendimiento con la lengua. Tras cuatro meses de estancia, preparó sus enseñanzas y catequesis y comenzó su acción evangelizadora de pueblo en pueblo.
Los paravas respondieron ampliamente a la predicación de Javier (1542-1543). En una de sus cartas escribe: "es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en esta tierra por donde ando, que muchas veces me acaece tener cansados los brazos de tanto bautizar".
En sus recorridos por la costa, Javier tuvo varios encuentros con los brahmanes que habían ido enterándose con recelo de sus andanzas y de las conversiones que estaba logrando con los paravas. El encuentro más destacado tuvo lugar en la ciudad costera de Tiruchendur, donde había un gran templo hindú en que Javier tuvo una amplia discusión religiosa con los brahmanes (1543).
También predicó Javier en el reino de Travancor (1544), vecino de la Pesquería, en la parte occidental del cabo Comorín. Sus habitantes, los macuas, eran pobres pescadores emparentados con sus vecinos paravas, que vivían en 14 poblados. Unos eran musulmanes y otros hindúes.
El Rajá de Travancor solicitó la mediación de Javier para alcanzar el apoyo político de los portugueses y dio licencia a sus súbditos para que se hicieran cristianos.
Tras ejercer el apostolado durante cinco meses en Ceilán (1545), Javier viajó a Meliapur, actual barriada de Madrás, donde estaba la supuesta tumba del apóstol Santo Tomás. En efecto, la tradición dice que el apóstol predicó en la India en el siglo I d. de C., convirtió a los primeros cristianos y murió en Madrás. En Meliapur, permaneció cuatro meses hospedado en casa del párroco Gaspar Coelho hasta que sintió que su misión en la India estaba acabada y que debía partir a llevar el evangelio a otras tierras.
Al llegar los vientos favorables, embarcó hacia Malaca en septiembre. Como regalo de despedida, la comunidad cristiana le hizo donación de una reliquia de Santo Tomás que siempre llevaría consigo.
En la Pesquería
Un día le dijeron que a unas 600 millas había unos veinte mil "paravas" bautizados, pero muy ignorantes porque no había sacerdotes que supieran su lengua malavar. Javier se fue a la Pesquería. Pasaría por Cochín, en donde tenían los franciscanos un convento y un seminario misional; le recibirían, como siempre, muy cordialmente.
Parece que llegó a Tuticorín, a mil kilómetros de Goa. Era una costa baja, llena de lagunas. Era un importante centro portugués de contratación de especias. Los cristianos se gloriaban de ser los descendientes de los convertidos por Santo Tomás. El santo llevaba tres jóvenes indígenas del colegio de San Pablo, que tradujeron a su lengua malavar el credo, los mandamientos y las oraciones.
La Pesquería estaba a lo largo de los abrasados arenales de la costa, en unas 50 millas de las inmediaciones del cabo Comorín, situado en el extremo sur de la India. Innumerables arroyos llegaban con dificultad al mar, a través de la arena, formando oasis de palmeras datileras. El pescado, el arroz y los dátiles y el líquido de los cocos era el escaso alimento de aquella pobre gente. No podían comer la carne de las vacas, porque eran dioses, y eso sería un gran pecado. Vivían en chozas de barro y de hojas de palmera. Eran atléticos y esbeltos, de rasgos casi europeos. Decían que cuando uno muere su alma pasa a un perro, a una serpiente, etc... según hayan sido buenas o malas sus acciones.
El santo, calado hasta los huesos, caminaba a través de arenas pantanosas de aldea en aldea. En verano la arena le abrasaba los pies. Cuando soplaba el viento fuerte de las montañas, las nubes de polvo se le metían por boca y nariz . Caminaba con los pies abrasados y las piernas hinchadas. "Sólo por Dios -dice el santo- se pueden tolerar tales trabajos... yo no cargaría con ellos ni un solo día por todo el mundo". Pero, por otro lado, -dice él que son tantas las consolaciones que Dios nuestro Señor comunica a los que andan entre estos gentiles "que son las mayores que se pueden tener en esta vida".
Por aquella región había muchas serpientes venenosas, tigres, cocodrilos, etc. Pero Cristo había dicho a sus apóstoles: "En mi nombre arrojarán demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en sus manos las serpientes, y si beben un veneno mortal no les dañará" (Mc. 28, 17).
Las perlas de la Pesquería
Las ostras pequeñitas flotan en el mar como trozos de gelatina. Al cubrirse de concha se hunden y se pegan al fondo. Allí abren sus valvas para que les entre el alimento. A veces les entra un grano de arena, un huevecito de pez, etc. que se queda entre el cuerpo y la concha. Como le molesta, -el animal procura arrojarlo. Si no puede, lo envuelve en capas de fino nácar. Eso es la perla. Las ostras forman numerosos bancos en el fondo, a diez o más metros de profundidad, en los mares cálidos.
Antes era muy peligrosa la pesca de las perlas. A los pescadores les tapaban los oídos con cera y la nariz con pinzas de hueso. Los tímpanos llegaban a perforarse por la presión del agua. Descendían apoyados sus pies en una gran piedra, atada a una cuerda. Llevaban al cuello una cestita de fibra de palma para echar las ostras. No olvidaban un cuchillo entre los dientes para defenderse de los posibles tiburones. Sacaban las ostras a los barcos. Allí las abrían y las dejaban en la arena, donde el sol tropical pronto las pudría. Entonces sacaban y limpiaban las perlas.
Los pobres pescadores se sumergían unas cuarenta veces por día, y estaban bajo el agua dos o tres minutos. Subían jadeantes, echando a veces sangre por las narices y oídos. O caían muertos, entre horribles espasmos. Entonces sus cadáveres eran pasto de los tiburones. En el mes de Marzo, unas 400 embarcaciones iban a los bancos de ostras, con unos siete mil pescadores. Las perlas iban al mercado de Tuticorín, y allí se congregaban hasta cien mil mercaderes.
Los pescadores tenían que pagar un tributo al rey de Portugal. Pero los subordinados les abrumaban con más impuestos. El santo se indignaba, pero no podía remediarlo.
Los pescadores no sabían nada de religión
Sólo sabían decir que eran cristianos. No sabían quién era Dios, ni Jesucristo. No sabían el credo ni los mandamientos. Adoraban a los ídolos, que encontraban a la vera de los caminos, en los bosques o en los templos. Eran estatuas de arcilla, pintadas de blanco y de rojo chillón, untadas del mal oliente aceite de coco. Representaban caballos, monos, panzudos elefantes y otros animales. En sus enfermedades acudían a los hechiceros. Vivían aterrados por el miedo a los espíritus y a los demonios. Los malavares, exasperados contra los mahometanos que los tiranizaban, habían matado a muchos de ellos. Tenían miedo a las represalias; por eso, hacía tiempo que determinaron hacerse cristianos para que les defendieran los portugueses. A cambio daban tributo de perlas a la reina de Portugal.
El Santo se atrajo a los niños
No le dejaban nunca y le pedían que les enseñara la religión. Le interrumpían cuando rezaba, y no le dejaban ni comer ni dormir. Recorría con ellos la costa tocando la campanilla. Predicaba con su fuerte voz, y bautizaba. Decía a los muchachos que enseñasen a sus padres lo que habían aprendido. Los muchachos iban por todas partes arrebatando ídolos, que arrojaban a los pies de Javier. Los hacían menudos pedazos, los escupían y otras cosas ... ; los pisoteaban.
Los domingos reunía a la gente con la campanilla. Recitaba el credo, y el Santo les preguntaba si creían en Dios Padre, en Jesucristo, y después les explicaba los mandamientos y oraciones.
Como eran tantos los que bautizaba, se le secaba la garganta, y no podía mover el brazo de tanto hacer la señal de la cruz. (¡Si hubiera más misioneros que le ayudasen! ... ) Le llamaban de todas partes para que fuese a ver a los enfermos. Como no podía ir a tantos sitios, enviaba a los niños con su crucifijo o rosario. "Id por las casas -les decía-; que digan las oraciones y sanarán". Así hacía muchos milagros por medio de los muchachos.
Más milagros
Llegó Javier a una aldea pagana. - "¿Por qué no sois cristianos?", les dijo. - "Porque el rey nos lo prohibe".
Había en la aldea una mujer que pronto moriría. Javier, con uno de los jóvenes que trajo de Goa, va a su choza. El joven le explica la religión. Luego le pregunta:
- "¿Quieres ser cristiana?"
- "Sí", contesta ella. El Santo la bautiza y queda sana al instante. Toda su familia se convierte.
El rey gentil da permiso para que se hagan cristianos todos los que quieran. Un niño había muerto ahogado en un pozo. El Santo reza por él, le hace. la señal de la cruz, y le toma de la mano diciendo:
- "En nombre de Jesucristo te mando que te levantes vivo". El niño se levanta, y Javier se lo entrega a su madre.
Los "gurus" enemigos
"Si no fuera por los brahmanes -dice el Santo- todos los paganos se convertirían. Desde que vine sólo un brahman se ha hecho cristiano. Un buen mozo, que ahora enseña la doctrina a los niños".
Los brahmanes eran muy soberbios. Decían que ellos habían nacido de la cabeza de Brahma. Los soldados, del pecho. Los pescadores, de las piernas. Los parias, de los pies. Evitaban que les tocara aun la sombra de los parias. Todos los hombres se reencarnan, en castas superiores, si han hecho buenas obras. Si las han hecho malas, en castas inferiores. Pero los parias no se reencarnan: se condenan para siempre por sus crímenes horrendos, cometidos en anteriores existencias.
Por todas partes había pagodas. Se pedía a la gente que llevara alimentos a los ídolos. Pero los "gurus", ocultamente, se los comían. Un día llegó el Santo a una pagoda de unos doscientos:
- "¿Qué os mandan hacer vuestros ídolos para ir a la gloria?", les preguntó. Nadie quería contestar. Por fin se atrevió un viejo:
- "Nos mandan dos cosas: no matar vacas y dar limosnas a los gurus".
Al que no se las diera, ellos le mandarían enfermedades y demonios. El Santo explicó el credo y los mandamientos a los gurus. Y lo que era el cielo y el infierno, y quiénes iban a un sitio o al otro. Todos dijeron que el Dios de los cristianos era el verdadero, pues tan buenos eran sus mandamientos.
- "Pues, ¿por qué no os hacéis cristianos?", les dijo.
- "¿Qué diría la gente? No nos traerían limosnas, porque verían que les engañamos".
Las vacas sagradas
Las vacas son dioses. Prefieren morir antes que comer una vaca. Sería un pecado horrendo. Las vacas comen lo que les apetece en las tiendas. Al pasar junto a una, la tocan con reverencia, y se llevan la mano a su cabeza; lo mismo que nosotros hacemos con el agua bendita. Teniendo millones de vacas, ellos se mueren de hambre.
Los Makuas
Unos criados del rey Iniquitibirín se presentaron a los portugueses diciendo que el rey estaba muy enfadado porque un portugués se habla llevado un indio suyo. Además quería que le defendieran de sus enemigos.
Quedó muy agradecido porque le atendieron. Y dio permiso a los Makuas, sus súbditos, para que se hicieran cristianos. Javier, temeroso de que cambiara de opinión, corrió a los Makuas.
Los Makuas eran pescadores de la costa suroccidental de la India, Malabar. Eran bárbaros y ladrones. Su país era llano, entre el mar y los montes Ghates. Era zona arenosa, pantanosa y llena de bosques.
Javier repitió sus métodos de siempre. La reacción fue prodigiosa. Se juntaban hasta seis mil oyentes. El Santo predicaba desde su árbol. "En un mes -dice él mismo- bauticé más de diez mil. Dando a cada uno su nombre, para que no lo olvidara, escrito en una hoja de palmera". Los bautizados destruían sus ídolos y pagodas.
Más milagros
En Mutam murió un niño. Cuando le llevaban a enterrar, el Santo compadecido de las lágrimas de la madre, le ordenó que se levantara vivo. Otro día, ante la resistencia a convertirse de algunos, mandó abrir la sepultura de un muerto... que salió vivo. La gente se convirtió.
Muchos indios morían picados por las serpientes. En Talle uno cayó al suelo, echando espuma por la boca. El Santo pidió por él, tocó con su saliva la herida y el muchacho resucitó. En Kottar, mientras rezaba en una choza, sus enemigos la prendieron fuego. Los cristianos lloraban por su gran padre. Pero él salió tranquilamente de entre las cenizas.
Estaba abrumado de trabajo
Desde Cochín, en la costa del Malabar, de regreso a Goa desde la Pesquería (al lado oriental) pide más misioneros: "Muchas veces me vienen pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona, a los que tienen más letras que voluntad para disponerse a fructificar con ellas, cuántas almas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos..."
Al pedir misioneros para los indios dice que "basta con que tengan fortaleza de cuerpo y espíritu... porque para estas partes de infieles no son necesarias letras, sino enseñar las oraciones... Han de ser mancebos sanos, y no enfermos ni viejos, para poder llevar los continuos trabajos de bautizar, enseñar Luego, para el Japón pedirá hombres bien formados.
Ceilán
Es un apéndice separado de la India. Clima suave, exhuberante vegetación. Se la llama "la perla del Pacífico", "Isla jardín", riquísima en flores y frutos. "Isla encantada". Multitud de ríos van desde el elevado centro a las costas, que son, generalmente, uniformes, con muchas lagunas en las costas orientales. Muchos tupidos bosques, sobre todo en el sur. Tienen elefantes, reptiles, etc... Los habitantes son budistas. En el centro de la jungla hay restos de magníficas construcciones. Ceilán produce arroz, té, frutas. Pero tiene que importar alimentos.
El rey de Jaffnapatán (Ceilán) degolló a 600 cristianos
Ocurrió en la isla de Manar. El Santo fue a Goa a contárselo al gobernador. Este se indignó y determinó castigar el crimen. Mandaría una expedición militar. Pero, al fin, no hizo nada.
Como no castigaban al rey de Ceilán, el Santo mandó una carta al rey de Portugal: "Cuando envíe aquí a los gobernadores, díjiles que ayuden a los misioneros y les den dinero para hacer iglesias y pagar a los que enseñan el catecismo... Cuando voy a otros sitios, dejo las oraciones por escrito; y, a los que saben escribir, mando que las escriban y sepan de coro (de memoria) y las digan cada día, dando orden cómo los domingos se junten todos a decirlas. Para eso dejo en los lugares quien tenga cargo de hacerlo...". A estos catequistas había que pagarles un sueldo.
"Diga -continúa el Santo- al rey de Ceilán, que es amigo de los portugueses, que no mate a los cristianos".
Los indios pagaban a la reina de Portugal "el tributo de los zapatos o chapines". Le escribe para que deje ese tributo, para dárselo a los que enseñan el catecismo.
Al fin el Santo fue algún tiempo, a Ceilán y Manar mientras esperaba inútilmente la expedición de castigo. Allí convirtió a muchos (1544-45).
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