13 de Junio
He amanecido tras dos horas de sueño. No puedo dormir. Estoy preocupado. Solo, en el pequeño cuarto de mi hotel veo como mi aventura puede acabar aquí. Me tumbo en la cama y cierro los ojos. Enseguida se encharcan. Y permanecen así media hora. Hasta que me vuelvo a levantar decidido a seguir intentándolo. No voy a rendirme. Fernando Suárez, siempre dispuesto y con la moral bien alta, me habla de las posibilidades que aún quedan. Me desaconseja proseguir sin barco de apoyo. El canal que separa Puerto Rico de La Española es peligroso y Fernando vela por mi seguridad. Sabe de la mar y en consecuencia los riesgos que acarrea navegar solo por éstas aguas. Estamos en el inicio de la temporada de huracanes y la zona está infestada de tiburones y arrecifes. Hay que seguir intentando alquilar un barco. Apoyan de verdad nuestra expedición y quieren que salga adelante. Se han metido de lleno en la filosofía que me anima a no abandonar y están intentándolo todo. Les estoy inmensamente agradecido. Súbitamente, Henry me llama para decirme que ha hablado con un amigo suyo que tiene un barco ideal para nuestra travesía. Me comenta que es alguien que sabe de la mar. Es muy aventurero y experto navegante. Puede plantearse alquilarme su barco. Me pide que lo llame por teléfono. Lo hago y le comento de lo que se trata. En principio le gusta la idea. Mañana le voy a ir a ver. De todas formas he tomado una decisión: si no logro una embarcación nodriza entre hoy y mañana, zarparé en solitario hacia la República Dominicana y mandaré a mi equipo de apoyo y material.
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