7 de Junio

Zarpo pronto por la mañana después de despedirme de todos mis buenos amigos de Saint Barthelemy. Son personas que me han demostrado una solidaridad y afecto increíbles. Estoy realmente triste de partir de este remanso de paz. Antes de hacerme a la mar le regalo al hijo de Eric una de las últimas gorras que me quedan de la expedición. Se que le hace muchísima ilusión. La misma que siento yo al entregársela. Durante estos días me ha hecho mil preguntas sobre mi singladura. Siempre atento a mis explicaciones, su sorprendida mirada me llegaba al alma. Un momento antes de embarcarme, Amandine me ata una pequeña pulsera de la suerte en mi muñeca derecha. Ya desde el agua, saludo a todos estos entrañables franceses que han reforzado mi ilusión por llegar a Florida. Por cierto, sabéis que me puse como objetivo intentar llegar el día 22 de Junio.., espero poder conseguirlo.. La bahía de Gustavia en la popa y Saint Marteen en la proa. La mar por la aleta de estribor. El Sol quemando el aire y abrasando desde su fuego lejano. El agua caliente. Muchos arrecifes. Atrás, Saint Barthelemy es solo silueta en el horizonte. Al frente, pronto se dibuja una nueva isla. Es Saint Maarten. Navego en pie. Alegre y veloz hasta llegar a la parte holandesa que nos acoge. Tras repostar de carburante el nodriza y regalar unas latas de pimientos y espárragos navarros a las personas que nos han recibido, intercambiamos las banderas de Holanda y España entre la emoción que siempre siento en estos momentos. Prosigo rumbo a las Islas Vírgenes británicas con la intención de llegar hoy a Puerto Rico. Tras navegar noventa millas en cuatro horas, llego a un lugar importante para mi..: Virgen Gorda, en el archipiélago de las Islas Vírgenes. Estoy en el punto exacto donde hace ahora veinte años, comencé a navegar en esta clase de barquitos. Fue en el 82. Estudiaba en Florida y pasé la Navidad aquí. Cuando probé un jet-ski; me di cuenta que podía ser una maravillosa embarcación para viajar. También imaginé cruzar el Atlántico.. A mis veinte años, soñé lo que estoy viviendo ahora. Para mí, es un emocionante y fantástico instante. Pero solo será un breve momento, porque en esto, la NUMANCIA comienza a fallar. Anochece. Contacto por radio al barco de apoyo. Chus me recomienda dirigirnos a un puerto cercano para revisar la pequeña embarcación trasatlántica.. Efectivamente hay que reparar. Entramos al puerto presidido por una gran bandera inglesa, que nos recuerda que estamos en territorio bajo soberanía británica. En tierra vuelvo a regalar una bandera española y unos pimientos de Navarra a los policías que nos controlan los pasaportes. Seguidamente, Fernando me comenta que durante la singladura ha observado que no funciona el radar del barco y que tiene un consumo de combustible elevadísimo que pone en entredicho la autonomía que nos aseguraron tenía la embarcación. El asunto me preocupa mucho. Reparamos durante casi toda la noche la moto acuática. Voy a dormir un poco antes de continuar. Me despertaré a las cuatro de la madrugada para poder llegar sobre las nueve y media a San Juan.